Este año fui sorprendido por un fenómeno excepcional en los procesos que construyo en mi finca desde 1982. Unas dos hectáreas de Myrsine guianensis¹ llamado por algunos chagualo y por otros cucharo, estaban defoliados por completo. El fenómeno llamó de tal manera mi atención que suspendí la publicación de la cuarta entrega sobre el arado de chuzo motorizado para dedicarme a curiosear sobre el tipo de mariposa (no la hemos observado aún) y especular un poco sobre las posibles conexiones con el fenómeno del niño fuerte que se viene presentando este año, sus interacciones con el manejo de mis potreros o la cosecha masiva de eucaliptos que ocurre desde hace un año en la finca vecina; ayudado por mi compañera y mis hijos que vinieron a visitarme para mi septuagésimo cuarto cumpleaños.
La pregunta sobre el “qué hacer” surgió de inmediato ante la preocupación de que el fenómeno siguiera avanzando a las áreas aledañas. Nuestro trabajador permanente, un jóven que proviene de las zonas cocaleras del Cauca y vinculado hace poco, planteó que se debía aplicar un insecticida de inmediato; una oportunidad para explicarle nuestra posición sobre el uso de pesticidas y sus efectos sobre todo el conjunto vivo que habita en el territorio, incluidos nosotros. Habíamos observado en varias ocasiones -al regreso de nuestro oficio de rotar el ganado diariamente- un pájaro “chocolatero” en sitios cercanos al lote defoliado pero aún no estábamos enterados de lo que estaba ocurriendo y solo admirábamos su belleza. Mi compañera entonces recordó que muy jóven había visto en su tierra a este pájaro picotear un gusano grande. Ella era partidaria del control manual. Mis hijos, habitantes de la ciudad, se encontraban fascinados con el relato de los aspectos biológicos del insecto y también especulaban junto a mi nuera con las temperaturas altas y la sequía que teníamos desde fines de mayo. Todos se asombraron con mi respuesta. No hay que hacer nada -les dije-, afirmación que parecía una provocación para continuar el pequeño debate. Pero el fenómeno parecía que estuviera cediendo, se observaban muchas larvas muertas como si estuvieran deshidratadas y una “gusanera” que encontramos en la base de un árbol jóven en un solo día redujo su población casi en un 80 %. Lo cual nos llamó fuertemente la atención y hoy, a un mes de las lluvias frecuentes de octubre y principios de noviembre, no es posible encontrar ninguna oruga.
Parece que organizaciones productivas ( que logran cierta estabilidad a través del tiempo) se desordenan con el fenómeno del niño que actuaría como gatillador (en el lenguaje de Humberto Maturana) de sobrepoblaciones de diferentes insectos. Hay una coincidencia con el fenómeno del niño (1969 en la Universidad, 2015 en la finca para el caso de las mariposas “brujas”, como también ocurrió en dos ocasiones con una falsa monarca en 1982 y 1986). Esta especie, consumidora específica de la salvia amarga (Austroeupatorium inulifolium), no se ha vuelto a observar en estado de sobrepoblación.
Continuará…
SEGUNDA PARTE: Un debate sobre el concepto agronómico de “plaga”
1/ Para mayor información consultar Sobre como arboricé mis potreros dejando actuar la potencia de la naturaleza